“Les entra por un oído y les sale por el otro”, resume un vecino de San Jerónimo Chicahualco, en Metepec, ante la falta de respuesta de las autoridades frente a un tiradero de basura que amenaza su tranquilidad y su salud.

Entre montañas de cartón, botellas de plástico, tarimas de madera y chatarra, se ha multiplicado la presencia de roedores, el ruido constante de camiones y el miedo a un incendio. El tiradero, cercado y cerrado con candado, funciona —según los vecinos— como una bodega de materiales reciclables, aunque carece de medidas mínimas de seguridad o control ambiental.

“Ya se cuarteó mi casa. Las bardas se partieron”, relata Óscar Vargas, quien lleva más de 20 años viviendo en la zona. Su vivienda colinda con el terreno donde se almacenan los residuos.

“¿Con quién te vas a que

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