En el kibutz Nir Oz, el tiempo está congelado. Los triciclos, las casitas de muñecas y el detergente que se encuentran amontonados afuera de las casas carbonizadas dan testimonio de vidas que se detuvieron hace dos años, cuando un asalto de Hamás dejó 117 muertos, secuestrados o desaparecidos en esta pequeña comunidad agrícola israelí cercana a la frontera de Gaza. Las campanillas de viento tintinean sobre los columpios destruidos de los niños ausentes.

De los 384 residentes que había en el momento del ataque de Hamás, el 7 de octubre de 2023, un grupo ha regresado pero, como todo Israel, aún se encuentran atenazados por un horror que la creación del Estado judío en 1948 pretendía evitar. “Todas las conversaciones terminan con el 7 de octubre”, dijo Ola Metzger, quien regresó recientement

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