“Su hipocampo era hermoso”, recordaba la doctora Tamar Gefen.

La neuropsicóloga había quedado cautivada con cuán definida estaba “la arquitectura” de esa parte del cerebro.

“Sus neuronas eran grandes y saludables. Recuerdo haber pensado en lo increíble que era que una estructura tan impresionante e intrincada pudiera contener recuerdos tan terribles”.

Gefen, una de las investigadoras del Programa de Superenvejecimiento de la Universidad Northwestern, en Chicago, se refería a una “SuperAger” o superanciana cuyo cerebro estudió en vida y que todavía, después de su muerte, continúa examinando.

Aunque fue una sobreviviente del Holocausto, la investigadora no olvida cuán feliz, fuerte y divertida era.

“Han pasado más de 10 años, pero todavía pienso en ella todo el tiempo”.

En los 25 años

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