Cuando le digo a la gente que soy un mexicano-estadounidense de primera generación, siempre pienso en mi infancia en El Paso y el sur de Nuevo México. Mi abuelo vino de un rancho en Juchipila, Zacatecas, y encontró un hogar en Ciudad Juárez, donde trabajó como cartero. Un día recibió una pieza de correo que no pudo entregar — un manual para reparar televisores — y en lugar de tirarlo, decidió aprender el oficio por su cuenta. Así construyó un pequeño taller junto a la casa de mi abuela. Ese taller de reparación de televisores se convirtió en el escenario de mi niñez, donde aprendí lo que significa el trabajo duro y la creatividad. Hoy, mi tío sigue al frente de ese mismo taller.

Mi mamá trabajaba largas horas en la industria maquiladora para sacar adelante a nuestra familia. Gracias a ese

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