En las calles blanqueadas por el sol de Riohacha, el viento caribeño de Colombia se mezcla con el hilo y la historia. Cada mochila tejida a mano es un mapa de herencia y supervivencia, pero a medida que la demanda global se dispara, las mujeres wayuu que las elaboran exigen algo más raro que el oro: un reconocimiento justo.
Hilos de supervivencia, hilos de orgullo
En el malecón costero, Sandra Aguilar extiende sus mochilas sobre una manta, sus colores resplandeciendo bajo el sol guajiro. Cada una es una historia en hilo: patrones de triángulos, rombos y estrellas que trazan la geometría del desierto y la genealogía de su pueblo.
“Cuando vendo una mochila, comparto una parte de lo que somos”, le dijo a la BBC.
Durante siglos, el tejido ha sido el latido del pueblo wayuu. Nació como un