En su propia tierra pasan por ser personas raras que nunca inician una conversación con desconocidos. Hay quien injustamente les aparta de la sociedad, como a los agotes del Baztan o a los maragatos de León , y que sobre sus espaldas cuelgan mil leyendas , posiblemente tantas como hemos podido escuchar a nuestros mayores en torno a las lamias vascas.
Los niños pasiegos maduran mucho antes que los de las ciudades, aunque también son mucho más reservados. Posiblemente sea consecuencia de crecer en una naturaleza agreste en la que los aperos de labranza de sus padres son los primeros juguetes, y los animales del corral sus compañeros más inmediatos. Poca conversación junto al lar y, si la hay, siempre girará en torno a los prados, las condiciones meteorológicas y el estado de preñez