Ucrania lanzó en verano una nueva estrategia que consiste en golpear con más intensidad las refinerías rusas, lo que está poniendo en jaque un sector estratégico para Moscú

Trump y sus bandazos sobre Ucrania: por qué dice ahora que Kiev puede recuperar el territorio ocupado por Rusia

Ucrania se está ensañando con las instalaciones de petróleo rusas, en particular con las refinerías. Desde agosto, Kiev viene llevando a cabo ataques con drones casi diarios contra estas plantas y, según expertos consultados por elDiario.es, ha dañado al menos 24 de las 38 principales centrales del país, provocando problemas de abastecimiento en algunas zonas de Rusia.

Gasolineras cerradas, colas para conseguir combustible y cupones de racionamiento se han convertido en estampas cada vez más frecuentes en las últimas semanas. El Kremlin dice tenerlo todo bajo control, pero sus medidas todavía no son suficientes para revertir una crisis que recuerda a los rusos, en su día a día, que viven en un país en guerra.

“Las sanciones más efectivas”

No es la primera vez que los servicios de inteligencia ucranianos apuntan al petróleo ruso. En 2024 ya lanzaron una serie de drones contra refinerías, pero no lograron poner en jaque la producción de combustible: los operarios consiguieron reparar los daños y las fábricas no dejaron siquiera de funcionar. Esta vez, sin embargo, es distinto ya que los bombardeos son más frecuentes y los técnicos rusos no son capaces de arreglar los desperfectos a tiempo.

“Es impresionante: tienen más drones, usan tácticas más complicadas y están imponiendo un ritmo más intenso”, asegura Thomas O’Donnell, experto en energía norteamericano, a elDiario.es. “La situación parece que está empeorando y, si Ucrania mantiene el ritmo, puede complicarse mucho para Rusia”.

Volodímir Zelenski lo expresaba de manera muy gráfica recientemente: “Las sanciones más efectivas, las que funcionan más rápidamente, son los incendios en las refinerías rusas, en sus terminales y en sus depósitos de petróleo. Hemos restringido significativamente la industria petrolera de Rusia y esto restringe significativamente la guerra”.

Ahogar a Rusia

El profesor O’Donnell cree que este es un esfuerzo coordinado con Washington, que perseguiría no solo afectar la demanda doméstica de carburante, sino también diezmar sus exportaciones, fundamentales para el presupuesto del Gobierno ruso. Así, según su análisis, ante la negativa de Vladímir Putin de llegar a un acuerdo de paz en Ucrania, Donald Trump, inicialmente reticente a cualquier acción que pudiera disparar el precio mundial del petróleo, habría optado por golpear donde más le duele al presidente ruso.

Hasta hace poco, Kiev no había atacado directamente ninguno de los tres principales puertos desde donde Moscú exporta crudo: Ust-Luga y Primorsk (Mar Báltico), y Novorossiysk (Mar Negro). Pero el 24 de agosto el terminal de Ust-Luga recibió el impacto de un dron y el 12 de septiembre lo hizo el de Primorsk. “Creo que si no los atacaron antes fue por deferencia hacia Estados Unidos”, apunta.

Las sanciones más efectivas, las que funcionan más rápidamente, son los incendios en las refinerías rusas, en sus terminales y en sus depósitos de petróleo. Hemos restringido significativamente la industria petrolera de Rusia y esto restringe significativamente la guerra

Siguiendo su razonamiento, la Casa Blanca estaría dispuesta a llegar hasta el final con el fin de ahogar al Kremlin y privarlo de su principal fuente de ingresos. Así se explicaría la voluntad de Trump de imponer sanciones secundarias a los gobiernos que compran petróleo ruso y la exigencia a los países de la OTAN que dejen también de importar hidrocarburos rusos. Una petición que desde Europa se interpretó como una nueva muestra de la resistencia del presidente de EEUU a ejercer más presión sobre Putin.

“Para Rusia, exportar es una cuestión existencial. Putin está arrinconado, me recuerda a la situación de Estados Unidos en Vietnam”, concluye O’Donnell.

Un golpe en pleno verano

Los ataques contra refinerías empezaron en pleno verano, coincidiendo con la alta demanda de gasolina por el periodo vacacional. Según cálculos de la BBC, en agosto hubo 14 impactos de drones ucranianos y en septiembre, ocho, a los que cabe sumar varios más en los primeros días de octubre.

Desde enero, Kiev ha conseguido detener el funcionamiento de varias de las plantas más lucrativas de Rusia. La instalación de Riazán, cerca de Moscú, que puede producir 340.000 barriles al día, ha sido atacada cinco veces, mientras que otra infraestructura de Volgogrado tuvo que dejar de producir durante un mes por una oleada de seis impactos.

En declaraciones a la cadena británica, Vladímir Mílov, exviceministro de Energía de Putin, ahora en el exilio, señala que la estrategia ucraniana parece perseguir dos objetivos: las grandes refinerías esenciales para el suministro civil y las más próximas a la frontera con Ucrania, destinadas a abastecer a las tropas.

Los servicios secretos ucranianos no han limitado sus acciones a la parte occidental de Rusia. Esta semana, sin ir más lejos, atacaron con éxito una refinería en Tiumén, en Siberia, a 2.100 kilómetros del territorio ucraniano, en lo que constituye el impacto de mayor alcance de un dron kamikaze desde el inicio de la guerra. A finales de septiembre también atacaron con éxito dos veces una refinería de la región de Bashkiria, al sur del país y a más de 1.100 kilómetros del territorio ucraniano.

Esta es una de las razones por las que en el Kremlin preocupa la posibilidad de que Kiev reciba misiles Tomahawk estadounidenses, con un alcance máximo de 2.500 kilómetros, o que disponga de información de inteligencia norteamericana para realizar sus ataques.

Cierre de gasolineras

A pesar de que el Gobierno ruso clasificó como materia reservada las estadísticas de producción de gasolina en 2024, medios como Kommersant sostienen que las instalaciones dañadas por la campaña ucraniana suponen un 20% de la capacidad de refinación de todo el país y cifran en aproximadamente un 10% la caída de la producción de combustible.

Esto provocó, en agosto, una subida histórica de los precios del combustible en la bolsa rusa y la crisis se extendió rápidamente al sector minorista. En septiembre, de los dos millones de toneladas que se producen cada mes, faltaron 400.000. Como resultado, muchas gasolineras se vieron obligadas a cerrar.

La empresa de análisis OMT-Consulta calcula que entre finales de julio y finales de septiembre echaron el cierre 360 establecimientos, un 2,6% de los casi 14.000 abiertos en todo el país.

Los más afectados son los operadores independientes, que representan el 40% del total. Un gerente de la región de Novosíbirsk, en Siberia, comparó la situación con la hiperinflación que experimentó la Rusia postsoviética. “No teníamos una crisis como esta desde 1993 y 1994. Muchas gasolineras han suspendido su actividad, quizá es mejor esperar que pase la crisis que tener pérdidas”, reflexionaba en la cadena local Pretsedent TV.

Cupones de racionamiento en Crimea

Los ciudadanos que más están notando los problemas de suministro son los de la Crimea ocupada. En esta península ucraniana anexionada por el Kremlin en 2014, cerca de la mitad de las áreas de repostaje han cerrado. Las autoridades han limitado la gasolina a unos 20 litros por persona y día, y algunos vecinos han compartido vídeos indignados mostrando los cupones que deben usar para conseguir su ración diaria de carburante.

En el sur de Rusia, un 14% de los establecimientos han cerrado el grifo, también hay escasez en las regiones del extremo oriente y se han registrado problemas de abastecimiento en surtidores del centro del país.

“Si bien se ha producido alguna escasez localizada, se sigue priorizando el suministro de combustible a Moscú y San Petersburgo”, afirma a elDiario.es Kazi Sohag, jefe del Laboratorio de Políticas Económicas y Recursos Naturales de la Universidad Federal de los Urales. “En este momento, la situación se mantiene manejable; no es crítica”, asegura.