La semana pasada en no solo se dio la bienvenida a un nuevo gran duque, también se consolidó lo que parece que va a ser la tónica en las monarquías europeas del siglo XXI: el español como idioma de comunicación. Si desde finales del siglo XVII el francés se impuso como la lengua de la diplomacia, en el siglo XXI parece que va a ser la lengua de Cervantes quien marque la pauta. El motivo de esto no es precisamente la influencia que nuestro país tiene hoy en día, sino el origen de algunas de las reinas consortes.

El caso más claro es el de la de los Países Bajos. La argentina hizo grandes esfuerzos para dominar el flamenco, pero también se ha preocupado por que sus hijas sean bilingües en español. Esto lo hemos podido comprobar no solo durante el acto que la princesa Amalia protagonizó en

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