Me acerqué al centro del proscenio y mi nerviosismo aumentó cuando me di cuenta de que el foco de seguimiento me cegaba totalmente; quizá eso era mejor porque tenía atenta a mí a la audiencia más intimidante que podría tener un declamador de 14 años: todas las alumnas de secundaria del Colegio de la Paz. Ceremonia de fin de cursos de 1972 en el Teatro Morelos. Declamé una hermosa poesía que hablaba de las mujeres, una rosa delicada de la que sólo guardé estos versos en la memoria:
En el Jardín de San Marcos la
vieja luna romántica, tan
buena amiga de todos
aquellos que sueñan y aman,
dibujó sobre la arena
nuestras sombras enlazadas.
Y era su voz un arrullo
y un abismo su mirada.
Lluvia de perlas y azahares
en mi adolescencia cándida.
El tiempo me hizo olvidar el nombre del autor