Para quienes intentamos desde siempre ejercer un periodismo fundado en la ética y las buenas prácticas del oficio –respeto por las fuentes confiables, administración equilibrada de la información, distancia extrema del poder y de quienes lo ejercen, entre otras– la observación cotidiana de personajes de medios de comunicación y operadores de redes sociales plantea dilemas insalvables sobre la honorabilidad de algunos de ellos.
Hace tiempo, ya, que han transgredido las mínimas barreras éticas y de eso se ha ocupado no pocas veces esta columna al servicio de los lectores de PERFIL. Lo observado en los últimos días –un mes, casi– va en el mismo sentido: defensa acrítica de la gestión Milei hasta que los hechos y la verdad aplastan la mirada obsecuente de esos comunicadores (insisto en no adj