A propósito de la próxima celebración de los 40 años del Programa UBA XXII, universidad en contexto de encierro, recordaba una reflexión que hice hace años en ocasión de la entrega de un diploma a un egresado de la Carrera de Sociología en el Centro Universitario Devoto.
En mi comentario celebratorio de ese logro, además de las consideraciones estrictamente académicas, dije que estábamos frente a tres victorias:
La primera era personal del graduado universitario y flamante colega quien, contra todas las adversidades, estaba haciendo realidad un sueño posiblemente nunca antes imaginado. Su trayectoria de vida y su origen social lo alejaban de la posibilidad de estudiar una carrera universitaria.
La segunda era la victoria institucional del Centro Universitario y de la Universidad de