Desde las pistas de competición hasta los rincones más olvidados de Los Monegros, la vida de Antonio Oliván es una travesía de adrenalina, nostalgia y compromiso. Piloto amateur, restaurador de vehículos clásicos, explorador incansable y defensor del patrimonio local, su historia vibra con el rugido de las motos y el eco de la memoria.
Todo comenzó con la oportunidad de competir en La Baja Aragón, lo que llevó a doce años de actividad amateur entre 1989 y 2001. Antonio recuerda que había carreras todos los fines de semana, a veces dos en un día. En Panticosa, tuvo que improvisar un dibujo en sus neumáticos slick debido a la lluvia y logró acabar cuarto, muy cerca del primero. Su amor por los vehículos clásicos es una forma de vida , destacando su OSSA Yankee 500 de 1979, la moto más p