Lo que comenzó como un guiño al anime se convirtió en emblema de protesta global. La bandera de One Piece, con su calavera sonriente y sombrero de paja, ondeó primero en Nepal, luego en Indonesia y, desde ahí, en distintos rincones del planeta. La Generación Z la adoptó como símbolo de unión frente a gobiernos autoritarios y corrupción. Para muchos jóvenes, Luffy y su tripulación representan la libertad y el coraje de desafiar al poder establecido, incluso cuando todo parece perdido.

El impacto no se explica solo por el éxito del manga, sino por cómo la cultura pop se volvió lenguaje político. Como ocurrió con la máscara de V for Vendetta o el saludo de Hunger Games, los símbolos de ficción sirven para articular causas reales. En Indonesia, en Nepal o Madagascar, los jóvenes han reinterpr

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