En toda organización, sea política, social o profesional, el liderazgo se mueve entre dos fuerzas humanas: el protagonismo y el antagonismo. Frecuentemente, el protagonismo se mira con desconfianza, como si desear ser visible o compartir los logros fuera sinónimo de vanidad. Pero no es así.

El protagonismo, cuando nace del deseo genuino de servir, es una expresión de responsabilidad y compromiso con los demás.

Ser protagonista no significa querer todos los reflectores; significa atreverse a asumir la responsabilidad de inspirar, de mostrar lo que se hace para abrir camino a otros. Es entender que la visibilidad no siempre es ego, sino también ejemplo.

En tiempos donde el desinterés y el conformismo abundan, se necesita de personas que levanten la voz, que compartan su trabajo con orgull

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