Durante años, el espejo y la balanza han sido los jueces más populares —y muchas veces los más implacables— del progreso físico. En gimnasios, redes sociales y conversaciones cotidianas, la apariencia y el peso corporal se han impuesto como los principales indicadores de éxito. Pero como coach, puedo afirmar con total claridad: esos no son los únicos, ni los más fiables, criterios para evaluar una verdadera evolución. De hecho, muchas veces son los menos precisos.

El progreso real va mucho más allá de lo que se ve o se pesa. Se construye desde adentro hacia afuera y se manifiesta en múltiples dimensiones: en la fuerza ganada, en la resistencia mejorada, en una mejor calidad de movimiento, en la forma de respirar, descansar y moverse a lo largo del día. Pero también se mide en cómo te sien

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