El apoyo de Estados Unidos —y de toda la comunidad democrática— al retorno de la democracia en Venezuela, no es una intromisión, sino una obligación moral y política

Me había propuesto dedicar esta columna a una de las mujeres que más admiro y cuyo centenario se cumple la próxima semana, el 21 de octubre. Una mujer luminosa y valiente, víctima de un régimen autoritario que, desde 1960, se le prohibió volver a su patria —ni siquiera pudo despedir a su madre— por mantenerse fiel a su arte y a su libertad. Una artista que, con su voz y al grito de Azúcar, nos enseñó a soñar, a cantar y a bailar, y que nunca dejó de cantarle a su Cuba natal: Celia Cruz.

Pero la noticia del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado cambió el rumbo de estas líneas. El reconocimiento a esta venezolana,

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