En una tranquila calle secundaria de São Paulo, una promesa de infancia cobra vida cada noche cuando se apagan las luces del Cine LT3 . Este cine diminuto, con apenas 35 asientos, construido a base de ahorros, butacas recuperadas y una fe obstinada, demuestra que el futuro del cine en Brasil aún tiene espacio para las pantallas pequeñas y humanas.
Un cine de un solo hombre en una ciudad de centros comerciales
Para Carlos Costa , la historia comenzó hace medio siglo, en la oscuridad de una sala junto a su abuela. “Cuando vi esa pantalla gigante, wow, quedé hipnotizado. Pensé: algún día tendré mi propio cine”, contó a la AP.
Cincuenta años después, el voto de aquel niño se convirtió en un garaje renacido. Costa invirtió unos 100.000 reales para transformar la parte trasera de su est