En la vibrante Poza Rica de octubre, los ecos de la tragedia de 1999 aún resonaban en las conversaciones de los mayores. Aquel año, lluvias torrenciales habían desbordado el río Cazones, dejando decenas de muertos y miles de damnificados. Ahora, con tormentas Priscilla y Raymond acechando, la historia parecía repetirse. Pero nadie quería creerlo del todo.

Los boletines de la Conagua comenzaron el 4 de octubre, advirtiendo de lluvias intensas y posibles desbordes. Mapas IPN satelitales mostraban nubes cargadas sobre Veracruz, pronosticando acumulaciones de hasta 250 mm. Autoridades locales, como la gobernadora Rocío Nahle, minimizaron el riesgo: “Solo un ligero desborde”, dijo en conferencia, horas antes. La burocracia priorizaba campañas políticas sobre alertas reales.

En las colonias vu

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