Cuando Luis Amaranto Perea aún era un jovencito lleno de sueños, dejó atrás Currulao, un caserío pegado a la selva del Urabá antioqueño. Tenía poco más que una maleta con ropa, unos guayos desgastados y la idea fija de convertirse en futbolista. Lo demás —la suerte, el hambre, el futuro— lo iría resolviendo en Medellín, a donde llegó luego de pasar por Chigorodó, Necoclí y otros municipios donde aprendió a pegarle a la pelota. El primer equipo en el que probó sus cualidades con el balón fue en el Deportivo Antioquia, equipo de la Primera B.

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Amaranto Perea, el hoy asistente técnico del ‘profé’ Néstor Lorenzo sabía que el fútbol, en Colombia, era una moneda lanzada al aire:

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