Posiblemente Donald Trump tendrá un día el Nobel de la paz que tanto anhela (y que este año se le ha escapado con un gol de María Corina Machado en el último suspiro) por haber acabado con siete guerras, o setenta, y haber parado los pies a Netanyahu después de venderle las armas y darle la luz verde necesarias para reducir Gaza a un montón de escombros que recuerdan al Berlín de después de la II Guerra Mundial. Pero en deporte lo único que ha hecho es fomentar la inquina entre los Estados Unidos y Canadá, los países que comparten la frontera no defendida militarmente más grande del mundo (casi nueve mil kilómetros).

Los Buffalo Bills, Detroit Lions y Seattle Seahawks de la NFL, y los Mariners y Tigers de béisbol, tienen muchísimos seguidores canadienses que hacen el pequeño viaje desde T

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