La conversación pública sobre transformación digital suele pedir atajos. Se habla de soluciones, de “implementar” o “escalar”, como si la adopción tecnológica fuera una línea recta. No lo es. Cambiaron las herramientas y, con ellas, cambió el pulso del trabajo. Los ciclos de actualización se acortaron y la novedad ya no llega por oleadas, sino por goteo constante . En ese contexto, la pregunta no es si la inteligencia artificial va a transformar la economía —¡ya lo está haciendo!—, sino qué capacidades necesita desarrollar el capital humano para acompañar el cambio.
La primera respuesta es menos técnica de lo que parece: hay que formar la disposición a aprender. Aprender a aprender no es un eslogan ; es una práctica que ordena el resto. Supone aceptar que el conocimiento tiene fecha