Uno de los principales vicios del radicalismo —ya sea de izquierda o de derecha— es su tendencia a sustituir la complejidad por certezas absolutas.

Al negar la pluralidad, el pensamiento radical parte de una premisa errónea: la existencia de una única verdad y un solo camino para alcanzarla. Esta visión excluyente convierte el pensamiento en dogma, y al intentar imponerlo, no hace más que paralizar a la sociedad.

Lo más preocupante del radicalismo es su reemplazo de la razón por la fe política. Al hacerlo, fomenta la polarización. Divide el mundo entre buenos y malos, anulando un componente esencial del progreso: la cooperación. El resultado, en la mayoría de los casos, es el empobrecimiento colectivo.

El verdadero progreso requiere instituciones capaces de equilibrar las pasiones, idea

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