La jornada de marcha vivida ayer se erigió como una de las manifestaciones cívicas más significativas de los últimos tiempos. Miles de ciudadanos tomaron las calles con determinación, ejerciendo su derecho a la protesta en un clima de respeto.

A pesar de ello, desde el oficialismo y sus aliados se intentó, una vez más, deslegitimar la movilización mediante la retórica del miedo. Se habló de “subversión”, de “agendas ocultas”, de “conspiraciones”. Nada más alejado de la realidad.

Al contrario, lo que se vio en las calles fue la voz de un país que se siente defraudado por sus autoridades y que, ante la sordera del poder, opta por la palabra colectiva.

En ese sentido, la protesta fue un gesto de reivindicación republicana frente a un Estado que ha olvidado que su esencia debe ser servir al

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