La presión ha sido tal que el Gobierno británico se ha visto obligado a dar un paso más : publicar en mitad de la noche los testimonios relacionados con el caso de los supuestos espías británicos que trabajaban para China y que han conseguido poner contra la cuerdas al primer ministro Starmer en la Cámara de los Comunes. El motivo: la sorpresiva decisión de la Fiscalía británica de archivar el caso contra esos dos ciudadanos acusados de espiar para Pekín.

El que han llamado “caso de los espías chinos” estalló cuando la Fiscalía de la Corona anunció que no podía seguir adelante con las acusaciones contra Christopher Cash, un exasesor parlamentario, y Christopher Berry, un profesor universitario a los que se les investigaba por haber transferido información sensible al Gobierno de Pekín

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