Que esta temporada no ha empezado como le hubiera gustado a Hansi Flick es una evidencia, más allá de las sensaciones futbolísticas irregulares. Venimos de un verano lleno de inconvenientes que ha afrontado con la paciencia estoica habitual: la guerra evitable contra Ter Stegen, la mala organización de una gira en la que era más importante tener contentos a Enric Masip y Albert Luque que los entrenamientos adecuados de los jugadores, el conflicto entre Gavi y Fermín, las ganas de algunos detractores (de dentro del propio club) de desprenderse del segundo, la salida abrupta de una pieza clave como Iñigo Martínez sin opción a repuesto, seguir yendo al mercado como el primo pobre de los grandes de Europa, inscribir in extremis a golpe de aval para que las palancas fantasma ahogan

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