A comienzos de los años noventa, Alejandro Char Chaljub era apenas un joven de 26 años, sin aspiraciones políticas, con el apellido de una poderosa familia barranquillera. Vivía en Bogotá, en una época en la que los Char ya estaban empezando a ser vistos en el país como empresarios pujantes, dueños de supermercados y de una cadena de emisoras populares en la Costa Caribe, pero no como la dinastía política que se consolidaría después.
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En ese tiempo, mientras se abría paso en los negocios familiares, Char conoció a Diana Magalí Ramos Saavedra, una joven estudiante de ingeniería civil en la Universidad La Gran Colombia que trabajaba en una inmobiliaria de la familia barran