Sinahí García Ramos tenía apenas 20 años cuando su vida dio un giro brutal. La madrugada del sábado 29 de marzo, cuando la mayoría de los jóvenes de su edad dormían o volvían de alguna fiesta, ella descendió del vuelo CM420 de Copa Airlines en el Aeropuerto Internacional El Plumerillo de Las Heras con 19 envoltorios de metanfetaminas pegados a su cuerpo con cinta adhesiva gris.
No era una narco. No era una criminal de carrera. Era, como terminó reconociendo la propia Justicia federal en la sentencia que la condenó recientemente a cuatro años y medio de encierro , “el eslabón más débil en la cadena internacional de tráfico” de sustancias prohibidas.
La historia de la joven es la de miles de mujeres que terminan convertidas en “mulas” del narcotráfico: madre soltera, mesera en un