La naturalidad desprejuiciada e inherente con la que afronta la vida y sus oscilantes etapas, es la misma que utiliza para edificar el esqueleto argumental y formal que vertebra todas sus películas. Daniel Guzmán no imposta, ni pretende, ni ambiciona, ni artificia su máscara de cineasta social: es exactamente el buen tipo que aparenta ser y su último y tercer trabajo, "La deuda", es justamente la película que necesitaba rodar.

"Al final intento que mis películas estén dentro de la vida, ¿no? y que la vida también esté dentro de ellas, que no sepamos dónde está la ficción y la realidad. Siento que hablo de temas con los que convivo, que están presentes en mi cotidianidad a veces de manera consciente, a veces de manera inconsciente. Los temas que trato son temas que gente como tú y como

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