La ciudad hervía de obreros y obreras que habían abandonado fábricas, talleres y estaciones para concentrarse en Plaza de Mayo. Venían del conurbano y del interior, algunos a pie, otros trepados a camiones, en una marea que ya no podía detenerse. Pedían una sola cosa: “Queremos a Perón” . Esa demanda, tan elemental como disruptiva, obligó a los militares a liberar al entonces coronel detenido en la isla Martín García.

Aquella noche del 17 de octubre de 1945 , Juan Domingo Perón subió al balcón de la Casa Rosada y habló durante casi veinte minutos. Su discurso fue mucho más que una arenga al convertirse en un acto fundacional . Allí nacieron el vínculo político entre el líder y el pueblo trabajador, el mito de la “masa sudorosa”, y la palabra que lo definiría todo: lealtad.

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