Cada celebración tiene su propio lenguaje emocional. Ya se acerca Halloween por ejemplo, que abre la puerta a la imaginación, al juego y a la creatividad. Es una fecha donde los niños pueden ser lo que quieran ser, donde el miedo se transforma en diversión y la fantasía se vive sin juicios. Estas experiencias, aunque parezcan simples, tienen un valor psicológico enorme: fortalecen la confianza, estimulan la autonomía y, sobre todo, les permiten a los niños explorar el mundo.

También están los cumpleaños, fechas que, aunque a veces pasan inadvertidas en la rutina adulta, tienen un peso profundo en la infancia. El niño que crece sintiéndose celebrado aprende a sentirse importante, digno de amor y de atención. Estas festividades no son solo momentos de alegría; son rituales afectivos que dej

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