Para muchas personas, decir que no y poner ciertos límites resulta una tarea prácticamente imposible , más allá de que se trata de algo clave para cuidar el equilibrio emocional, el tiempo y la autenticidad. Por supuesto, es una forma de respeto hacia uno mismo : permite marcar hasta dónde se llega y dónde está la frontera de lo que estamos dispuestos a tolerar.
Al mismo tiempo, aceptar todo por un eventual miedo a decepcionar a terceros o incluso quedar mal lleva a la sobrecarga mental , usualmente innecesaria; rechazar ciertas cuestiones evita la saturación y permite rendir mejor sin la necesidad de la aprobación de los demás. La autonomía queda completamente resguardada, dejando a un lado opiniones ajenas.
Pese a que en ocasiones parece lo contrario, por lo general negar