En Bolivia, la atención de los ciudadanos se centra en la escasez de combustibles, como gasolina y diésel, a pocos días de las elecciones del balotaje del 19 de noviembre. La crisis económica ha llevado al gobierno de Luis Arce a enfrentar dificultades para importar los entre 55 y 60 millones de dólares semanales necesarios para abastecer el mercado, según el ministro de Hidrocarburos, Alejandro Gallardo. La falta de combustible, junto con la inflación y la recesión, ha generado una de las peores crisis económicas en décadas, según Humberto Arandia, director del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Este contexto será un desafío inmediato para los candidatos Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), y Jorge "Tuto" Quiroga, de Alianza Libre, quienes se disputarán la presidencia tras haber obtenido el primer y segundo lugar en la primera vuelta electoral del 17 de agosto. El balotaje es un evento inédito en la historia política de Bolivia, introducido por la Constitución de 2009. Hasta entonces, si ningún candidato alcanzaba la mayoría, el Congreso decidía al presidente. En esta ocasión, Paz y Quiroga avanzaron a la segunda vuelta tras recibir el 32,06 % y el 26,7 % de los votos, respectivamente. El Movimiento al Socialismo (MAS), que gobernó durante casi 20 años, quedó fuera de la contienda. Rodrigo Paz, de 58 años, fue una sorpresa en la primera vuelta, donde logró conectar con sectores populares, especialmente en distritos tradicionalmente dominados por el MAS. Su compañero de fórmula, Edman Lara, ha ganado notoriedad por sus denuncias sobre corrupción. Por su parte, Quiroga, de 65 años, ex presidente y ministro de Finanzas, propone un plan de emergencia que incluye la descentralización del Estado y un enfoque de "capitalismo para todos". Ambos candidatos enfrentan el reto de revitalizar la economía boliviana, que ha sido severamente afectada por la crisis. La situación del MAS y de Evo Morales, quien dominó la política boliviana hasta su renuncia en 2019, ha cambiado drásticamente. La fractura interna del partido y la falta de apoyo en las urnas marcan el fin de su hegemonía. Las elecciones del 19 de noviembre no solo definirán al próximo presidente, sino que también marcarán un nuevo capítulo en la política de Bolivia, en un contexto de crisis económica y social que afecta a la población.