El recién lanzado Plan Nacional de Lectura, Escritura y Oralidad promete algo que Chile necesitaba con urgencia: una política sostenida, con metas a 2030, coordinación entre ministerios y evaluación permanente del comportamiento lector. Por primera vez, se propone que la lectura, la escritura y la oralidad sean parte de una misma estrategia pública y territorial.

Celebramos que el país vuelva a mirar la lectura como una fuerza transformadora, capaz de abrir horizontes personales y colectivos. Ojalá esta noticia no quede escondida entre titulares pasajeros, porque leer —y enseñar a leer— es el punto de partida de toda oportunidad futura.

Pero toda política pública —como toda historia— se vuelve real solo cuando alguien la encarna. Y ahí está el verdadero desafío: que las palabras del plan

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