Hacía ocho años que Javier S. no salía del cuarto piso de la calle Vicari Antoni Marimon, en el barrio palmesano de Santa Catalina, donde convivía con su madre, Antonia G. El hombre, de 43 años, solo conocía a Antonio, el vecino del tercero A, ya fallecido.

A finales de agosto encontró a su madre muerta, tumbada en la cama, con el ventilador en marcha y la radio encendida. La octogenaria tenía problemas de tensión y tomaba medicación, según contó su hijo ayer ante la jueza de guardia. Hacía poco que había ido a urgencias porque tenía la tensión alta. Su hermana falleció hacía unas semanas y estaba muy apesadumbrada.

El hombre, que tiene diagnosticada una depresión leve desde hace varios años, decidió precintar la puerta de la habitación con cinta aislante pocos días después de la muerte

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