
Para escribir O país invisible. A epopea atlántica da diáspora galega (Libros del K.O. en gallego y castellano, 2025), el periodista y escritor Arturo Lezcano viajó a Cuba, Argentina, Uruguay, México, Brasil, Panamá, Venezuela y Estados Unidos, países en los que aún hoy sobreviven relevantes comunidades gallegas. Entrevistó a más de 150 personas y repasó una inconmensurable bibliografía, académica, literaria, memorialística. Sintetizó su resultado en 600 páginas -“en la primera versión eran más de mil, dos tomos”- y el resultado es quizás la primera gran crónica general de la emigración y exilio de dos millones de gallegos a la otra orilla del océano Atlántico. Sucedió, más o menos, entre 1850 y 1960. “Otra contradicción que nos retrata”, escribe Lezcano (A Coruña, 1975) en la introducción, “nuestra mayor desgracia es nuestro mayor patrimonio, al lado de otros grandes pueblos migrantes del pasado: italianos, irlandeses, judíos”. Pero, añade, a Galicia le falta el relato. “Hay elementos que nos definen”, asegura en esta entrevista con elDiario.es, “como el autoodio y no querer mirar nuestras miserias. Eso desemboca en un país sin imágenes de las anónimas, de las voces invisibles. Hablo de América, la emigración a Europa, más tardía, es otro asunto”. O país invisible, un libro poblado de historias y personajes, de aventuras y desgracias, de realidades que parecen fábulas y peripecias accidentadas, de fracasos brillantes y triunfos anodinos, busca iniciar la reparación de ese silencio.
El lunes, 20 de octubre, la librería Numax de Santiago de Compostela acogerá la primera presentación de la obra. En días consecutivos recorrerá las otras seis ciudades gallegas. Más adelante llegará a Madrid y a otros lugares del Estado.
Su libro anterior va sobre un año, 1983, y una ciudad, Madrid. Este, sin embargo, abarca nueve países y tres siglos. ¿Cómo fue semejante cambio de perspectiva?
Tiene un poco de trampa, porque Madrid 1983 (Libros del K.O., 2021) fue un poco tramposo [ríe]. Arrancaba en los 40, pasaba por el plan de vivienda del 57, el franquismo y la Transición. Pero es verdad que la idea era escribir un año y un lugar que sirviese como espejo de una realidad mayor. O país invisible es efectivamente ambicioso porque intenta meter en un libro todo eso que citas, pero también juega con los espejos. No soy historiador ni pretendo serlo. Sé que la academia hizo un trabajo muy importante sobre la diáspora -prefiero llamarla diáspora e incluir también el exilio político. Pero creo que faltaba ese espejo en el que reflejarnos como familias y como pueblo.
¿Por qué faltaba?
Si hay algo que nos define, algo que nos atraviesa, además de la lengua, es que todos tenemos un pariente en la emigración. Lo que pretendía construir a través de estas historias individuales, fragmentadas, autoconclusivas, con un hilo invisible y en la mayor parte anónimas, era un espejo en el que todos nos pudiésemos reflejar. No sé el resultado, pero la intención del libro era esa.
Habla de que, efectivamente, los historiadores han investigado la emigración, pero no existía una crónica general como esta.
Es tan sencillo como doloroso y puede aplicarse a otros fenómenos transversales en Galicia, los que conforman una entidad cultural, una nación, un país o como lo quieras llamar. En este caso la emigración, que fue un fenómeno absolutamente silenciado y vilipendiado. Y de ahí se pasó, sin solución de continuidad, al blanqueamiento de la diáspora. Esta transformación sucedió después del viaje de Fraga a Cuba, que lo cambió todo.
¿En qué sentido?
Lo que existía era un relato discontinuo y abrupto. El de las memorias de las personas que se marcharon en la primera onda a Cuba o Argentina. Esos países fueron nuestro reservorio cultural hasta 1930. Después, el exilio. Y a partir del blanqueamiento, el relato se convierte en un anuario de triunfadores, como le llamo yo: el que fue con una mano delante y otra detrás y acabó haciendo millones. Pero no hay relato de las voces invisibles, de las voces de abajo, de la épica de abajo, lo que nos define como pueblo. El que no tiene nombre porque no volvió porque no hizo dinero o tuvo una vida desgraciada o lo que fuese. Hablo de América, claro, las migraciones a Europa, más tardías, son otro asunto.
¿Y por qué no hay ese relato?
Imagino que hay una buena porción de autoodio y, después, una deficiencia tradicional en la cultura gallega, que no miramos nuestras miserias.
Las migraciones no dejan de ser sobre todo historias de trabajadores y las historias de trabajadores no suelen estar de moda.
Hay muchas aristas. La emigración como tal es la exportación pseudoforzada de materia prima humana, sin duda. Las dinámicas y los flujos actuales también, se repiten los patrones, tanto de exportación de carne humana como de integración de la primera y la segunda generación -que ya no es migrante-, el cuestionamiento del sentido de pertenencia o el desarraigo. ¿Qué pasa? Que los judíos, o los italianos, o los irlandeses lo supieron explorar y buscar respuestas a ese desarraigo a través de las historias de sus anónimos. Fíjate que Italia e Irlanda son dos países con Estado desde hace poco.
¿Galicia no supo hacerlo?
Galicia -y el norte de Portugal, que es casi lo mismo- era una sociedad en formación con muchos problemas. Lo apuntan Isidro Dubert y Alexandre Vázquez, que estudian las historias de los barcos y de sus dueños. Existe un silenciamiento del tránsito entre los que se lucraron con el esclavismo -o trata de personas, en realidad ya no había esclavos- y los barcos que llevaron a los gallegos migrantes. Son los mismos navíos, las mismas navieras y son los mismos capitales que después forman los bancos en Galicia. Pero también hay elementos que nos definen, como el autoodio y no querer mirar nuestras miserias, lo que desemboca en un país sin imágenes de las anónimas. Y el resultado inmediato es una desmemoria y un olvido.
Pone el ejemplo de la famosa foto de Manuel Ferrol .
Las coordenadas de esto que digo se dan en esa foto. Busqué la piedra exacta en donde la sacaron y la encontré en el puerto de A Coruña. Es el vértice de un centro comercial que quita a la ciudad la vista del mar. Cada día que ese edificio sigue en pie es un día perdido para nuestra memoria.
En otros países con historias parecidas -citaba los casos de Irlanda o Italia- sucede lo contrario.
Después de ver el museo Epic de Dublín, Ellis Island en Nueva York, el Hotel de Emigrantes de Buenos Aires o el Museo de Inmigración de São Paulo, que no haya un centro de emigración en Galicia da escalofríos, es que hay que hacerlo a propósito.
La idea dominante sobre la emigración gallega sigue siendo un poco folclorizante.
Yo no haría un museo de la emigración, con todo mi respeto para los museos. Tiene que ser algo más vivo. Le llamaría O Esquecemento, ya lo dice el himno [“non des a esquecemento / da inxuria o rudo encono”, versos de Eduardo Pondal]. Si entras en O Esquecemento inmediatamente te viene la memoria. Y ahora en A Coruña hay un muro doble. Estos días había dos cruceros atracados de 40 metros de alto que no te dejan ver el mar. En América los países que tienen atravesado como hecho nacional la inmigración -Brasil, Argentina, Estados Unidos- lo ponen en valor. Irlanda también. ¿Cómo no tenemos algo similar? Tal vez porque a Fraga no le dio tiempo [ríe].
En el libro califica de “políticas de Estado” las realizadas por Fraga Iribarne como presidente de la Xunta de Galicia respecto a la emigración.
Hay que reconocerlo. Otra gente muy lejos de su ideología supo ver esas políticas. Seguro que tenía lecturas políticas secundarias, por supuesto.
También lo explica en O país imposible : clientelismo, folclorismo mal entendido, manipulación electoral...
Claro, pero hizo algo. A partir de ahí, hubo utilización política e instrumentalización, pero es verdad que la situación de mucha gente en la diáspora en determinados países sería difícil si no fuera por las ayudas. Ese centro cultural, O Esquecemento, serviría además para que toda esa gente que ahora consigue mantener el crecimiento vegetativo de Galicia, muchos la tercera generación de gente que fue a Cuba, Venezuela, Argentina y ahora reside en la comunidad, conociese la historia de dónde salieron sus abuelos.
Decía que faltan imágenes de las anónimas, de las voces bajas. Otros países migrantes han producido gran literatura y, derivado de ella, cine. ¿Es el caso de Galicia?
En mi opinión no. La mayor producción literaria sobre los gallegos migrantes de la primera onda, en el siglo XIX, se daba sobre todo en la ingente prensa migratoria en Cuba. A Cuba van [el poeta] Curros Enríquez, y va Ramón Cabanillas [también poeta, de los fundamentales del primer tercio del siglo XX] y allí escribe No desterro . En Cuba Fontenla Leal promueve el Himno Galego [letra de Pondal, música de Pascual Veiga] y contribuye a la construcción de símbolos nacionales, bandera incluida. Hay novelas, como Estebo [de Xosé Lesta Meis], en los años 20. El centro de la emigración gallega y su producción cultural pasa más tarde de Cuba a Buenos Aires. También durante el exilio.
Neira Vilas es quizás su mayor narrador.
Sin duda. Fue un emigrante exiliado, que reemigra de Argentina a Cuba [donde residió entre 1961 y 1992]. Más tarde, Xavier Alcalá escribió mucho sobre Cuba, Argentina, Brasil o Uruguay. Y ahora empieza a haber una mirada lúcida de gente interesada en el fenómeno de la diáspora que no cae en la romantización. Pero cada una de estas historias tiene un libro y una película. ¡Por lo menos!
O país invisible aclara o contrasta historias muy conocidas pero veladas por un manto de imprecisiones y lugares comunes. Son los casos de la citada foto de Manuel Ferrol o de la composición de A Rianxeira , por ejemplo.
Lo que hice no es nada más que reporterismo. Cuando llego a casa de Chanquete [Juan Calo, el niño de la famosa imagen de Manuel Ferrol] lo primero que me dice es: “¿Sabes qué? A mí nunca me preguntaron por mi vida”. ¿Cómo es posible? Esa foto lo sintetiza todo. Manuel Ferrol la hace con una Rolleiflex medio oculta. Le pagaba la Comisión de Emigración, un organismo franquista para pseudoblanquear el fenómeno migratorio. Después silencian la serie de fotos, que no se publican en España, sino fuera, de tapadillo. Solo es reconocido décadas más tarde. Pero ya está.
El autor, no los protagonistas.
Exacto. Chanquete murió el año pasado. Se publicaron piezas lacrimógenas, obituarios. Pero no sabemos nada: si se marchaba el niño, si se marchaba el padre, o qué. De la vida de él tampoco, y condensa la historia de Galicia. “Murió el niño de la foto”, decían las necrológicas. ¿Cómo va a morir un niño de 72 años?! Estáis creando un Joselito. No quisisteis saber nada de un tipo reventado de trabajar en el Gran Sol, después en Suíza, sin pulmón, fumando lo que no tiene en una taberna de Fisterra.
El proceso de documentación y escritura de la obra fue proceloso ¿Descubrió alguna historia que cambiase su mirada?
Lo que más desconocía, la última emigración a Panamá, me dio la vuelta a la cabeza. Eran en parte rebotados de México, reemigrados en los 60. Historias muy violentas en un país muy despoblado. Y es el país donde los gallegos fueron, y son, más lobby . Consiguieron introducirse en las administraciones y, en varios momentos de la convulsa historia política de Panamá, hacer cambiar una legislación. Todo basado en el crédito de dinero a las clases más bajas que no tenían acceso a él. Fueron una especie de paraestado, un lobby económico muy fuerte. Los dos anteriores presidentes del país fueron gallegos, la amante oficial del tercero es gallega. No ha dado ni tiempo a romantizarlo. Panamá es otra cosa.
Esa romantización, incluso por parte de gente que lo vivió directamente, existe. “No nos trataban tan mal”, aseguran algunas personas. Y sin embargo, relata usted, en Cuba recibían a los migrantes con un campo de concentración, en Argentina otro tanto.
Todas las comunidades migrantes tienden a ello. No sé si forma parte de la naturaleza humana pero sí, hay cierta romantización. Es una herramienta para luchar contra el desarraigo. Romantizas el lugar de donde saliste -el hórreo, el cruceiro, los centros gallegos son como cápsulas del tiempo- y después romantizas el lugar al que llegaste: luchamos, trabajamos a tope y conseguimos quedarnos porque nos abrieron la puerta. No fue así, en realidad. Y ahora, no como grupo pero sí como individuos, a veces sale lo peor. Gente que emigró y sostiene que si alguien no tiene los papeles en regla, que echen a todo el mundo. O el voto de comunidades migrantes de Estados Unidos.
Los pueblos no aprenden de su historia, por lo que dice.
Absolutamente. Estamos condenados. Por eso insisto en lo del olvido. Porque si no tienes presente el olvido de algo no puedes tener memoria.
Escribe sobre la huella de Galicia en América pero, ¿cuál es la huella de América en Galicia?
Galicia es un libro de geografía que se lee en los carteles de los comercios y bares. La emigración es un tránsito de trabajadores. Negarla es como ponerle vallas al campo, no se puede hacer. América es una palabra que tiene eco en todos nosotros desde que nacemos. Está en las expresiones, del manda chover na Habana a los lunfardismos que incorporamos. Está en las ciudades a las que retornaron algunos migrantes que habían salido de la aldea y en las propias aldeas. Y ahora en esa tercera generación que vuelve a Galicia y mantiene su crecimiento vegetativo.