En el fútbol formativo, el tiempo se ha convertido en una carrera contra el desarrollo corporal de los niños y jóvenes. En una época donde hay números para todo (velocidad, metros recorridos, minutos jugados), parece que olvidamos que los procesos también necesitan respirar. El fútbol juvenil vive apurado, como si cada semana se jugara una final, como si la infancia fuera un obstáculo que hay que superar lo antes posible.

La palabra carga ha dejado de ser una herramienta para convertirse en un sinónimo de exceso. Como entrenadores estamos cargando el cuerpo, la mente y las ilusiones de los niños y jóvenes deportistas, en nombre del rendimiento, sin entender que el talento también se apaga cuando no es bien manejado.

El cuerpo de un futbolista en formación es una promesa. Todavía está apr

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