El barrio sevillano de San José Obrero vive sumido en el dolor, la rabia y la incredulidad. Allí, donde hace años se lloró la desaparición de Marta del Castillo , una nueva tragedia ha golpeado a la comunidad: Sandra Peña , una adolescente de 14 años, alumna del colegio Irlandesas de Loreto , se quitó la vida el pasado martes 14 de octubre tras soportar más de un año de acoso escolar.

Era una niña alegre, futbolera, cariñosa. Soñaba con jugar en el Betis y con ser militar. Su vida se apagó en silencio, sin que nadie la protegiera a tiempo.

Un año de acoso y advertencias ignoradas

Según ha relatado su familia, el acoso comenzó a principios de 2025 , cuando un grupo de tres compañeras empezó a burlarse de ella en clase, a aislarla y a humillarla. Sandra soportó insultos, risas y comentarios crueles que se extendieron a los pasillos y a las redes sociales.

Su tío, Isaac Villar , quien se ha convertido en la voz de la familia, la recuerda con ternura: «Sandra era una niña buena, con una sonrisa constante y una energía contagiosa. Amaba el fútbol y la pintura. Siempre estaba rodeada de amigos. Jamás imaginamos que acabaría así».

La madre de Sandra comunicó al colegio la situación en el segundo trimestre del curso pasado . Sin embargo, el centro no activó el protocolo antibullying, que en Andalucía obliga a realizar entrevistas, seguimiento psicológico y medidas de protección inmediatas.

«La única decisión fue cambiarla de aula», lamenta su tío. «Pero las burlas continuaron en el patio, en el pasillo y en las redes. Sandra seguía viendo a sus acosadoras cada día».

El informe de la psicóloga y la falta de respuesta

Durante el verano, la familia buscó ayuda profesional. La psicóloga que trataba a Sandra redactó un informe donde alertaba de la situación de acoso y del daño emocional que estaba sufriendo la menor. El documento fue entregado oficialmente al colegio Irlandesas de Loreto , con la esperanza de que se actuara con urgencia.

«Mi hermana llevó el informe al centro en julio, antes del nuevo curso. Era muy claro: Sandra estaba deprimida y necesitaba apoyo, no podía volver a convivir con sus acosadoras», explica Villar. «Aun así, nadie hizo nada. Ni una llamada, ni un seguimiento. Solo silencio».

En septiembre, cuando comenzaron las clases, Sandra regresó a las aulas. Su madre confiaba en que la dirección habría tomado medidas efectivas. Pero no fue así. La adolescente volvió al mismo entorno, al mismo dolor. Su familia asegura que la menor intentó autolesionarse semanas antes de su muerte, sin que el colegio lo comunicara a las autoridades ni a los servicios de salud mental.

El día que Sandra no pudo más

El martes 14 de octubre , tras volver del colegio, Sandra tomó una decisión irreversible. Se lanzó desde el balcón de su casa. Tenía 14 años. Su familia estaba en casa, pero no llegó a tiempo para detenerla.

«Había estado más callada de lo habitual», recuerda su tío. «Había días que no quería ir al colegio, pero intentábamos animarla. Creíamos que estaba un poco mejor. Nadie pensó que haría algo así».

La noticia corrió rápidamente por el barrio y las redes sociales. En pocas horas, San José Obrero se convirtió en un lugar de duelo . Vecinos, familiares y compañeros de clase se concentraron a las puertas del bloque donde vivía Sandra. En el portal, las flores, las velas y las cartas formaron un improvisado altar. Sobre la fachada del colegio, alguien escribió con spray: «No quedaréis impunes» y «Dad la cara» .

La reacción institucional y las primeras investigaciones

Al día siguiente, el 15 de octubre , inspectores de la Junta de Andalucía se personaron en el centro escolar para iniciar una investigación. La Consejería de Educación confirmó que el colegio no activó los protocolos contra el acoso ni el de prevención de conductas autolíticas , a pesar de las advertencias de la familia y de la existencia de un informe psicológico.

El jueves 16, la Junta remitió todos los datos a la Fiscalía de Menores y abrió un expediente administrativo para determinar las responsabilidades del centro. Además, un equipo de bienestar emocional acudió al colegio para atender a los alumnos afectados por la tragedia.

«Es evidente que algo ha fallado», declaró un portavoz de Educación. «Había señales, había denuncias y había un informe clínico. El protocolo debía haberse activado desde el primer momento».

Una familia que exige justicia

El viernes 17, la familia de Sandra anunció que interpondrá acciones legales contra el colegio Irlandesas de Loreto. «Iniciamos los trámites legales», afirmó Isaac Villar ante los medios. «Solo queremos que se sepa la verdad y que se depuren responsabilidades. Que nadie más viva lo que estamos viviendo nosotros. Que no haya más Sandras».

La familia cuenta con el apoyo de asociaciones contra el acoso escolar y colectivos de psicólogos que denuncian la falta de recursos en los centros educativos y la escasa formación del profesorado para identificar casos graves de bullying.

Sandra, una vida llena de ilusiones

Sandra era una niña risueña, amante del deporte. Jugaba desde los 11 años en el club de fútbol femenino Honeyball de Sevilla. Su posición era centrocampista, aunque a veces actuaba como defensa. Su entrenador la describe como «una jugadora noble, entregada, con espíritu de equipo».

Hace unos meses, el Sevilla FC la había invitado a unas pruebas de selección, aunque su corazón era verdiblanco. Era una bética entusiasta y solía acudir con su familia al estadio Benito Villamarín.

Además, le gustaba pintar y tenía cuadros colgados en su habitación. Soñaba con ser militar, un anhelo que sorprendía a todos en casa. «Decía que quería servir a los demás, que quería ser fuerte», cuenta su tío.

Hoy, su habitación permanece intacta. Sobre su escritorio, aún reposan los pinceles, los cuadernos y la bufanda del Betis.

Un país que se pregunta qué falló

El caso de Sandra ha reabierto el debate sobre el acoso escolar y la salud mental adolescente . En España, según datos del Ministerio de Educación, uno de cada seis estudiantes reconoce haber sido víctima de bullying. Las familias reclaman una revisión urgente de los protocolos, más psicólogos en los centros y sanciones efectivas para los colegios que ignoren las señales.

Mientras tanto, el barrio de San José Obrero sigue en silencio. Cada noche, decenas de velas iluminan la fachada donde Sandra vivía. En los mensajes escritos a mano, se repite una misma frase: «No te olvidaremos» .

Una adolescente de 14 años perdió la vida tras pedir ayuda que nunca llegó. Y un país entero, una vez más, se pregunta cómo fue posible.