Lo que me inquieta de 'El adversario', de Emmanuel Carrère, no es lo absolutamente lejano que es su historia (que lo es), sino lo absolutamente identificable que resulta. En su relato de la vida de Jean-Claude Romand, Carrère establece un punto de inflexión: en su segundo año en la universidad, Romand no fue a uno de los exámenes en la facultad de Medicina, donde estaba matriculado. A partir de ahí, la espiral empezó a girar violentamente: Romand no le dijo nada a sus padres ni compañeros y no volvió a presentarse a ninguna de las pruebas. Así y todo, hizo como si fuese avanzando de curso realmente avanzando de curso. La farsa se ensanchó y comenzó a trabajar en la sede de la Organización Mundial de la Salud, en Ginebra, a donde se marchaba todos los días. En realidad, Romand pasaba sus dí
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