Todos los domingos, a las 17.00 , el andén de Bariloche vibra como un corazón de hierro. La locomotora escupe bocanadas de humo blanco mientras el convoy se estira y comienza a rugir. La formación se pone en marcha con un ritmo cansino que exige calma: el tren no compite con el reloj; es un medio que guarda cierta magia, que pide paciencia dentro de un mundo donde todo funciona cada vez más rápido. La experiencia es total, invita a disfrutar el viaje —no la llegada—, a cultivar el paso lento del tiempo y a atesorar lo que persiste. El tramo Bariloche – Viedma recorre más de 820 km y dura 19 horas: es el segundo viaje en tren más largo del país , detrás de Buenos Aires – Tucumán, que atraviesa más de mil kilómetros.

Todo el viaje es de película. La sensación es la de estar inmerso en

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