Una nueva ofensiva militar de Estados Unidos ha encendido las alarmas en el Caribe. El 17 de octubre, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció que el ejército estadounidense llevó a cabo un ataque cinético contra una embarcación vinculada al Ejército de Liberación Nacional (ELN), un grupo guerrillero colombiano considerado terrorista por EE. UU. El ataque se realizó en aguas internacionales y resultó en la muerte de tres presuntos narcoterroristas.

Hegseth explicó que la embarcación estaba navegando por una ruta conocida de narcotráfico y transportaba "cantidades sustanciales de narcóticos". Este operativo es parte de una serie de acciones militares que han tenido lugar desde agosto, cuando el gobierno de Trump desplegó buques de guerra en la región para combatir el tráfico de drogas hacia Estados Unidos. Hasta la fecha, se han confirmado siete ataques, que han dejado al menos 30 presuntos narcotraficantes muertos.

El secretario de Defensa no solo confirmó la identidad del grupo atacado, sino que también elevó el tono de la amenaza, comparando al ELN con Al Qaeda. "El ELN es la Al Qaeda del hemisferio occidental. Usan la violencia, el asesinato y el terrorismo para imponer su voluntad, amenazar nuestra seguridad nacional y envenenar a nuestro pueblo", afirmó Hegseth. Además, aseguró que las fuerzas armadas de EE. UU. continuarán actuando contra organizaciones criminales transnacionales, prometiendo que serán "perseguidos y aniquilados como los terroristas que son".

El ataque ha generado preocupación en países vecinos como Colombia y Venezuela. El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha denunciado que estas acciones podrían ser consideradas una ofensa a la soberanía de Colombia. La tensión ha aumentado, especialmente después de que Trump acusara a Colombia de no hacer lo suficiente para combatir el narcotráfico y anunciara el fin de la ayuda financiera a Bogotá, describiendo a Petro como "un líder del narcotráfico".

Este contexto de operaciones militares en el Caribe ha llevado a un clima de incertidumbre en la región, con temores de una posible expansión militar o de errores que puedan escalar el conflicto. La situación sigue siendo monitoreada de cerca por los gobiernos de la región, que observan con atención las acciones de EE. UU. en sus aguas.