El presidente de Estados Unidos había prometido en verano que no tocaría el edificio para acometer el nuevo proyecto
Donald Trump llegó decidido hace nueve meses, que justo acaban de cumplirse, a dejar la huella en Washington que no pudo imprimir durante su primera presidencia. Teniendo en cuenta su pasado como constructor y promotor inmobiliario poco sujeto a las reglas, no sorprende que entre sus planes esté también alterar la propia fisonomía de la Casa Blanca, a la que piensa dotar de un “gran salón de baile” cuya construcción costará, según sus propios cálculos, 250 millones de dólares. Prometió que lo haría sin tocar la estructura del edificio, pero este lunes faltó a su promesa.
El enorme brazo de una excavadora de demolición empezó a última hora de la tarde (hora de Washington)