La Cuarta Transformación es la primera revolución mexicana que se ganó sin disparar un tiro. No tomó cuarteles, sino conciencias; no quemó palacios, los abrió al pueblo. Es una revolución sin fusiles: la de la justicia, la dignidad y la conciencia social. En un país acostumbrado a la imposición y al olvido, esta revolución eligió el camino más difícil: transformar sin destruir, gobernar sin humillar, construir poder desde abajo y para todos.

“Primero los pobres” no es consigna, es brújula moral. Resume en tres palabras la inversión ética de un sistema que durante décadas premió la avaricia y castigó la honestidad. Por primera vez desde el cardenismo, el Estado mexicano volvió a mirar hacia los de abajo no con lástima, sino con respeto. Las pensiones universales, las becas, los apoyos a jó

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