Negarse a pagar una extorsión es una sentencia de muerte, lamentan productores citrícolas de Veracruz y Puebla, así como comerciantes de Zacatecas y de Jalisco, para quienes la normalidad es pagar cuotas “como si fueran impuestos o costos de producción”, ante el temor a las amenazas.

EL UNIVERSAL recoge cinco historias de cuatro diferentes estados del país, en donde las víctimas también tuvieron que cambiar sus vidas: cederle terreno al crimen poco a poco, mudarse de casa y abandonar su negocio ante la imposibilidad de seguir pagando la cuota o simplemente enviar a otra entidad a sus familiares para prevenir algún ataque.

“Ya me acostumbré [a pagar] porque no quiero que me maten. Es un costo que se le agrega como si fuera por fertilizante o por producción, ya que no tenemos otra salida.

See Full Page