Por décadas, América Latina y en particular Colombia ha luchado por cerrar las históricas brechas en educación, empleo y participación política de las mujeres. Ahora, en medio de esa batalla por la equidad, ha emergido una nueva frontera: la inteligencia artificial.

Sin duda, esta tecnología tiene todo para convertirse en un motor de desarrollo y productividad, pero, si no se diseña con visión inclusiva, corre el riesgo de profundizar los sesgos y exclusiones que las mujeres han enfrentado por generaciones.

En Colombia, las mujeres aún ganan en promedio un 20% menos que los hombres y su participación en áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) apenas alcanza el 31%. En el ámbito de la inteligencia artificial la desigualdad es aún más marcada

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