Un conjunto de embarcaciones confiscadas en una base naval ecuatoriana es un testimonio de la astucia de los cárteles a la hora de idear formas de transportar drogas por todo el mundo.

El comandante de la guardia costera de Ecuador contempló el submarino que se había utilizado para transportar drogas con una mirada de derrota, agotado por los interminables esfuerzos de intercepción que parecen no llevar a ninguna parte, en los que sus marineros arriesgan sus vidas mientras la cocaína sigue fluyendo.

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