Mientras el mundo debate formas de contener el calentamiento global, Brasil sigue ampliando sus fronteras de exploración de petróleo y gas. El pasado miércoles 22 de octubre, la Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (ANP) llevó a cabo una subasta del 3º Ciclo de la Oferta Permanente de Participación (OPP), que concedió cinco bloques de exploración en el llamado polígono del presal –la mayor reserva petrolera del país– a empresas nacionales y extranjeras.
El resultado, que amplió en un 50 % el área de exploración bajo el régimen de reparto, se produjo solo un día después de que el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama) autorizara la perforación en el bloque FZA-M-59, en la cuenca marina de Foz do Amazonas, frente a la desembocadura de este río, y refuerza la contradicción entre el discurso climático del Gobierno y la continuidad de la expansión fósil.
Este modelo de oferta continua de bloques exploratorios en el polígono del presal y áreas estratégicas, creado en 2017 bajo el Gobierno de Michel Temer, transformó el territorio brasileño en un gran tablero de licitaciones permanentes. Los bloques no adjudicados en subastas anteriores siguen disponibles indefinidamente, y el resultado es una expansión silenciosa de las fronteras fósiles, sin el mismo nivel de debate público que las megalicitaciones del pasado.
Compromiso con un modelo obsoleto
La justificación del Gobierno es la de siempre: generar ingresos y puestos de trabajo. Pero detrás de la recaudación inmediata con los bonos de suscripción, el país renueva su compromiso con un modelo energético obsoleto. Hoy en día, Brasil es el sexto mayor emisor de gases de efecto invernadero del planeta, y las emisiones relacionadas con la explotación y la quema de petróleo y gas, por sí solas, superan los objetivos de reducción previstos por la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) para 2033.
Desde el inicio de la explotación del presal en 2010, la producción de petróleo prácticamente se ha duplicado, pasando de 856 millones a 1 550 millones de barriles equivalente de petróleo –una unidad de medida que equivale a la energía liberada al quemar un barril de petróleo crudo– al año en 2024. Este crecimiento contrasta con la promesa de una transición energética justa y sitúa al país en una posición de liderazgo entre los que más expanden el uso de combustibles fósiles.
Según el informe The Money Trail Behind Fossil Fuel Expansion in Latin America and the Caribbean, elaborado por el Instituto Internacional ARAYARA y la ONG Urgewald, Brasil representa el 45 % de la nueva expansión del petróleo y el gas en toda América Latina, con 11 000 millones de barriles equivalente de petróleo previstos. El país también lidera la expansión de gasoductos, con más de 3 000 kilómetros previstos, parte de los cuales conectarán el presal y la Amazonia con nuevos polos industriales y portuarios.
La 3ª OPP se celebró en un contexto aún más controvertido: el Ibama autorizó la perforación en el bloque FZA-M-59, en la cuenca de Foz do Amazonas, abriendo la primera frontera de exploración petrolera en la costa amazónica. La decisión, tomada menos de un mes antes de la COP30, que se celebrará en Brasil (en la ciudad de Belém), pone de manifiesto la contradicción entre el discurso climático del Gobierno y su práctica energética.
Licencias contrarias a los dictámenes técnicos
La concesión de licencias a la empresa petrolera brasileña Petrobras –que ya representa el 29 % de la expansión de los combustibles fósiles en América Latina– se autorizó a pesar de los dictámenes técnicos contrarios de los propios funcionarios del Ibama y sin consultar previamente a las comunidades pesqueras y los pueblos indígenas, como exige el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.
Se trata de un precedente peligroso. El bloque FZA-M-59 es solo el primero de decenas que pueden ser liberados en el Margen Ecuatorial brasileño, una franja que se extiende desde el estado de Amapá hasta Río Grande do Norte y alberga uno de los ecosistemas marinos más sensibles del planeta.
La región se ha convertido en escenario de una disputa cada vez más encarnizada por nuevas áreas de exploración. En el [5º ciclo de la Oferta Permanente de Concesión](https://docs.google.com/document/d/1H7aleLcJgrIKiRg9eu180Vsf1tJlbJ_i7dlqk86pM7w/edit?tab=t.0 “), por ejemplo, de los siete bloques disputados entre los consorcios Chevron/CNPC y Petrobras/ExxonMobil, la asociación entre China y Estados Unidos salió victoriosa en la zona del cono del Amazonas, estimada por la Agencia de Investigación Energética ([EPE]) en 4 200 millones de barriles de petróleo equivalente.
Esta carrera por el petróleo en plena costa amazónica, sumada al riesgo de derrames, la contaminación acústica de las plataformas, la restricción de la pesca y la amenaza a la biodiversidad, desmonta el argumento de una supuesta "explotación responsable”.
Una decisión política, no energética
Mientras el Gobierno busca proyectar al país como líder internacional en materia climática, sus decisiones indican lo contrario. Brasil sigue abriendo nuevas áreas de exploración y fortaleciendo la presencia de gigantes extranjeros como Shell, Chevron, Total, CNPC y Qatar Energy, todos aptos para participar en la OPP.
La justificación de que el presal entrará en declive después de 2030 choca con el hecho de que el 70 % de las áreas bajo el régimen de reparto aún no han sido explotadas, lo que revela una vez más una elección política más que una necesidad energética.
En vísperas de la COP30, la pregunta es inevitable: ¿cómo puede el país que acogerá la principal conferencia sobre el clima abrir al mismo tiempo la explotación petrolera en el corazón de la Amazonia? La concesión de licencias en Foz y la nueva subasta de bloques exponen la misma lógica: posponer la transición energética en nombre de una falsa seguridad económica.
El avance silencioso de las fronteras fósiles no es solo una cuestión medioambiental: es una decisión sobre el tipo de futuro que elige Brasil. Un futuro de dependencia, emisiones y vulnerabilidad, o uno de innovación, justicia climática y soberanía energética. Lo que está en juego, más que barriles de petróleo, es la coherencia de un país que dice querer liderar al mundo hacia un planeta sostenible.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Urias de Moura Bueno Neto es coordinador de Medio Ambiente e Ingeniería del Instituto Internacional ARAYARA.


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