La directora abre la competición con una adaptación de 'Tres cuencos', libro que la escritora italiana Michela Murgia escribió antes de morir por un cáncer
‘Tres cuencos’, el último libro que Michela Murgia escribió antes de morir y ha inspirado a Isabel Coixet
Isabel Coixet ha construido un universo propio. Uno con sus normas, con su estilo y a prueba de haters. Si el estilo de la cineasta ha sido muchas veces criticado por sus detractores por intenso o por el uso de recursos como la voz en off, Coixet siempre ha realizado un ejercicio de libertad insobornable reafirmándose como una cineasta personal que ha marcado el cine español reciente. Lo hizo desde que apenas había directoras en la industria, y lo sigue haciendo en la actualidad, cuando no tiene nada que demostrar a nadie, pero sigue tan fiel a sus principios como siempre.
Lo vuelve a hacer con Tres adioses, la hermosa y vitalista película con la que ha inaugurado la Seminci de Valladolid. Una adaptación de la novela de la escritora italiana Michela Murgia, azote antifascista que dejó, antes de morir de cáncer, una colección de relatos donde hablaba de su enfermedad. Coixet coge varios de ellos para construir una película que conmueve y que está llena de sus rasgos estéticos y éticos. En Tres adioses regresa a los tiempos de Mi vida sin mí (no solo por el tema de la enfermedad) y mezcla con una libertad maravillosa el drama, el humor, una mirada gozosa y de disfrute y hasta un giro a lo fantástico. Con su voz en off, con sus planos detalle de una Roma que luce preciosa y con tres actores, Alba Rohrwacher, Elio Germano y Francesco Carril, que encajan perfectamente en el universo coixetiano.
Consigue una película que funciona como oxímoron. Un retrato a la muerte y el cáncer que se torna en cuento vitalista, y ella reconoce que “ese era el desafío”. “No quería llevar al espectador a un mundo fúnebre. Evidentemente, hay muchas cosas que hemos obviado en la película. No hay una mirada explícita a la enfermedad. Todas las cosas que vemos son detalles para hacerla creíble. Pero no nos recreamos. También contribuye al hecho de que la ciudad también está muy presente y es una ciudad que tiene entre las ruinas una vida casi inaprensible”, cuenta.
Tres adioses acaba convertida en una carta de amor de la cineasta a Roma, y también contra los procesos de gentrificación y turismo masivo que están acabando con las ciudades. “La airbnbización y tripadvisorización del mundo puede que ayude a mucha gente y a muchos negocios, pero es muy cruel, injusta, y a veces no tienen nada que ver con la realidad. Esto no estaba en el libro, pero yo tenía clarísimo que debía estar en la película porque me molesta profundamente. De repente ves a negocios, a pequeños restaurantes que abren con un esfuerzo y que no le pueden pagar a alguien para que venga a comer. Y ves gente aprovechándose, comiendo y luego criticando. Todo ese mundo a mí me horroriza”, explica.
A su propio cine hay hasta guiños más o menos explícitos. Por ejemplo, el restaurante donde trabaja el personaje de Elio Germano se llama Senza Fine, como la canción de Gino Paoli que se convertía en leitmotiv musical de Mi vida sin mí. Coixet confiesa que hasta tuvo la tentación de incluir una nueva versión del tema, pero que una no puede luchar contra lo que es. “Una tiene tus estilemas, sus signos y manías”, dice sabedora de que su personalidad “está en cada fotograma”.
“Una de las cosas que me hacían dudar de hacer esta película era la visión de Roma. Y de alguna manera, cuando ella dice 'a mí me gustaría enseñarte mi Roma', soy yo diciendo las cosas que me gustan de Roma. Igual que la parte final. Esa reflexión sobre por qué nos pasamos la vida intentando encontrar sentido a algo que no lo tiene, por qué hay tantos porqués. Evidentemente la base es la de Michela, pero hay muchas cosas mías. Como la escena del helado, que no estaba ni en el primer guion que escribimos. Por eso pienso que Alba es la actriz perfecta para este papel, porque es capaz de mostrar al mismo tiempo todas las sensaciones. Estamos viendo el placer. Estamos viendo la parte infantil. Estamos viendo que disfruta de algo que muy pronto no podrá disfrutar”, zanja.
Sobre la libertad que respira esta película asegura que se considera “una persona muy libre”: “Es una libertad que tiene que ver también con saber defender cosas que no entran ni en la escuadra, ni en el cartabón ni en ningún sitio. Estoy contenta también de defender a muerte cosas que mucha gente me decía que no, como el funeral de la paloma, que mucha gente le encanta y te das cuenta de que conectan y piensas, pues tan equivocada no estaba. Hay que ejercer esa libertad. Yo estoy dando clases a posgrados de cine, que ya han hecho cortos, que ya están escribiendo su primer largometraje, y les digo que la única cosa que no nos podrán arrebatar es la libertad. Olvídate de la tradición. Olvídate de si la voz en off sí o no, de si el tercer acto o el cuarto acto. Sé libre y sé libre ahora que todavía estás en la universidad. Ya tendrás tiempo, si tienes suerte, de tener la opción de doblegarte”.
Lo que también ocurre siempre es que los intérpretes hablan maravillas de los rodajes de Coixet. Una directora precisa como un reloj, que cumple los tiempos y las jornadas y con la que todos quieren repetir. La directora tira de humor y dice que es porque les invita a comer todo el rato, pero cuando se le incide apunta a algo que también influye. “Les escucho. Veo por dónde van. Veo cómo se sienten en el rodaje. Simplemente escucharles, al final es eso”.

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