Entre los cajones de la casa, escondidos entre hojas de cuadernos o en cajas donde el tiempo dejó huellas, pueden sobrevivir pequeños trozos de crayones. Aquellos que un día pintaron soles, mares o flores torcidas en hojas blancas y que, con los años, perdieron su brillo o su forma.

Lo que pocos imaginan es que esos fragmentos, gastados y desiguales, pueden convertirse en una joya del reciclaje: velas coloridas que devuelven luz a los recuerdos. Más allá de su apariencia sencilla, los crayones son una materia prima valiosa.

Están elaborados con cera de parafina y pigmentos naturales, materiales que se funden fácilmente y permiten moldear nuevas formas. Su textura maleable y su amplia gama de colores los convierten en un recurso ideal para crear objetos decorativos o útiles, evitando que

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