El acto de seducir es una herramienta bien aprendida para quienes buscan trabajo. Una seducción en la que el tono de voz se armoniza y la mirada se construye. Un estado de imposición porque da igual cómo seas en tu vida privada, lo que importa es la capacidad de modelarte para la mirada pública. Así se da una especie de separación entre nuestro entri (“innies”) y nuestro fueri (“outies”), como en la serie Severance .
La escritora, fotógrafa y gestora cultural Violeta Niebla (Málaga, 1981) acaba de publicar con Blackie Books su último libro, Todo lo que hice por dinero , en el que relata un viaje vital a través de su propio currículum laboral. En este la verdad y la mentira se confunden para contar una historia en un formato novedoso.
Esta obra está protagonizada por un personaje público, pero después está la Violeta Niebla que la escribe. Aquella que tiene un segundo nombre y apellido que solo conocen sus más allegados. Su flequillo actúa como frontera: delante la construida, detrás la real. Esta última se ríe mucho del personaje y en Todo lo que hice por dinero lo utiliza como resguardo de su privacidad. Se sirve de su doble para crear un personaje con el que construir una autoficción en la que las verdades dialogan con las mentiras. El “Yo laboral” se convierte en algo más; en un simbionte alimentado por el magnetismo de los sueños.
En tu libro parece imposible separar la vida de todo lo que se hace por dinero, ¿es esta fusión inevitable?
Me interesaba observar qué pasa cuando lo que te sostiene, te agota o te da vergüenza se convierte en material narrativo. Escribir fue mi manera de traducir ese ruido cotidiano en algo que tuviera ritmo, ironía y sentido.
Este libro se titula Todo lo que hice por dinero , pero también podría haber escrito “Todo lo que hice por amor” o “Todo lo que hice por amistad”. Como que me parece que la fusión es inevitable y no se pueden separar todas las capas de la vida o todos los estratos que tenemos para vivir. He hecho el guiño al dinero porque he usado la excusa del trabajo como línea narrativa, pero es algo secundario. Algo como un guiño y un chiste constante del dinero de lo que ganaba aquí o allí, pero hablo de todas las grietas que quedan en medio de eso.
Relatas cómo la delgada línea que separa la capacidad de hacer contactos en el día a día de los méritos académicos o méritos laborales se difumina, ¿consideras esto como un trabajo en sí?
Absolutamente. Hacer contactos es la performance más agotadora de la vida adulta. Debería cotizar. El networking es el nuevo teatro del absurdo: todos fingiendo naturalidad mientras nos vendemos como yogures con fecha de caducidad.
Cuando sales a un evento social, ya sea la inauguración de una exposición, una presentación o cualquier evento cultural, como que se siente que estás trabajando, o al menos en mi círculo. Es parte del trabajo cuando nos dedicamos a lo que nos dedicamos.
Hacer contactos es la 'performance' más agotadora de la vida adulta
Una de las cualidades que más me ha sorprendido de tu libro es tu capacidad para mutar y adaptarte a cualquier trabajo, ¿te has sentido en algún momento presa del síndrome de la impostora?
Claro, pero la impostora tiene su encanto: te mantiene alerta. Si alguna vez se me pasa, me preocupo. La impostora y yo llevamos años trabajando juntas: ella duda y yo escribo. Es un buen reparto de tareas.
Es una impostora que me acompaña, pero que no me quita del teclado. Dejo que se siente conmigo para convivir. Sí que está ahí, siempre está ahí.
En Todo lo que hice por dinero convive la verdad con la mentira, ¿sueles recurrir habitualmente a ficcionar la realidad para sobrellevarla como trabajadora o porque es método intrínseco a tu naturaleza?
Ficciono porque es la única forma de entender lo real. La realidad cruda me aburre, necesita montaje, ritmo, banda sonora. No escribo para documentar mi vida, sino para convertirla en algo legible, que ya es una forma de ficción.
Es intrínseco a mi naturaleza porque la realidad se me queda plana. Yo como que tengo ese 'defecto' de que me está pasando algo y en el momento en el que ya se lo cuento a alguien, en ese momento de contar ya empiezo a poner un poquito de aderezo. Me lo llevo a lugares muy pequeños como hacer la compra, que eso creo que lo he heredado de mi madre. Mi abuela me enseñó a mentir como algo muy natural. Como un entender que es parte de la vida para sobrevivir.
Mi abuela me enseñó a mentir como algo muy natural. Como un entender que es parte de la vida para sobrevivir
Hablas sobre un estado constante de seducción al que te ves abocada con la búsqueda de trabajo, ¿una se acostumbra a vivir seduciendo y dejándose seducir?
La seducción en el libro es una broma interna. No tiene glamour; es el disfraz que te pones para sobrevivir a un trabajo que te aburre. Seduces para no salir corriendo. Es la trampa que hace que lo insoportable parezca tolerable durante unas semanas más.
Yo la seducción la he trabajado como algo muy patético. Como algo a través de lo que me he reído mucho de mí misma o al menos así lo he vivido. Es casi como un chiste a lo largo de todo el libro y como una excusa también para aguantar en un trabajo que no me gusta.
Este estado de seducción hace que para ti buscar trabajo sea como ligar, ¿no es así? ¿Es esta una forma sobrellevar esta tarea?
Totalmente. En ambos casos finges seguridad, vendes tu mejor versión y al final terminas esperando un mensaje que no llega. Si lo piensas, el mercado laboral y el amoroso comparten interfaz. Es como que tú quieres mostrar tu mejor versión siempre.
Si lo piensas, el mercado laboral y el amoroso comparten interfaz. Es como que tú quieres mostrar tu mejor versión siempre
Mencionas el Tívoli, el Toys R Us, el ambiente de la Facultad de Humanidades, el Fancine… ¿crees que tu libro será percibido de igual manera por quienes se han criado en Málaga que por aquellos que no?
Espero que no. Que un lector de fuera reconozca Málaga no me interesa tanto como que reconozca su propio paisaje en la historia. Al final, todas las ciudades se parecen.
La gente que se haya criado en Málaga o viva en Málaga pues lo va a ver todo con mucha más claridad. Sí que es verdad que no es el típico libro ambientado en Madrid o Barcelona, que es a lo que estamos acostumbrados, pero bueno qué le vamos a hacer. Soy de Málaga y le tendré que enseñar mi ciudad a la gente.
¿Ha mejorado en algo el sector cultural y artístico desde que empezaste a dedicarte a él?
No sabría decirte si ha mejorado el sector, pero sí sé que he mejorado yo. Tal vez el cambio real siempre sea personal: uno aprende a negociar, a perder menos tiempo, a no pedir permiso. El sector sigue siendo un campo minado, pero yo camino con mejores zapatos.
Como escritora que publica por primera vez con Blackie Books, ¿qué estás experimentando?
Me muero de la vergüenza y a la vez me hace mucha ilusión. Tengo muchas ganas que la gente empiece a leerlo y sobre todo gente que no me conoce de nada y tengo ganas de saber cómo llega el libro. Es un vértigo.
Al analizar tus escritos de adolescente hablas de cómo tenías la intención de aparentar ser más interesante de lo que eras a través de la fantasía, ¿te sigue pasando? ¿Puede ser algo común para quien escribe?
Creo que ahora me llevo el récord de querer parecer más interesante: he publicado un libro en lugar de esconderlo en el cajón con llave. Pero ya no lo vivo como impostura, sino como una forma de humor. Fingir interés también es una manera de buscar conexión.

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