Me reclamaba un lector en un acto organizado por LA RAZÓN más noticias positivas , se quejaba de que sólo le llenamos el salón de casa con problemas y gritos. El hombre se mostraba molesto porque no encontraba en el espectro informativo razones para animarse, sentía que la catarata de crispación nacional tomaba impulso a medida que los periodistas las reparten entre la audiencia, que somos culpables de este mal café para todos. Mientras insistía en que éramos, en cierto modo, los responsables del mal momento nacional, me imaginaba a mis colegas de profesión entregando piezas a diestro y siniestro como si fueran trozos de pizza envenenados guardados en una caja de cartón. «Una de cribados, con sesión parlamentaria y datos del paro, ¿verdad?». La tentación de matar al mensajero forma parte

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